A veces un pequeño detalle, aparentemente sin importancia, despierta en nosotros el recuerdo de alguna noción de mucha mayor trascendencia. Es interesante descubrir como una pequeña broma puede servir para ilustrar un concepto del mayor interés, sin perder la gracia de una ni la profundidad del otro.
Hace una semana, mientras caminaba por la calle cerca del trabajo, reparé en un cartel pegado en el escaparate de una frutería. Como suele ser habitual, anunciaba los precios de ciertos productos. En este caso, el anuncio contenía un par de errores ortográficos, lo que llamó mi atención. Este tipo de cosas es bastante habitual, por desgracia, hoy en día, cuando es frecuente descubrir errores ortográficos en correos escritos por titulados universitarios. En este caso, sin embargo, existe una justificación: el propietario de la frutería es paquistaní (algo nada sorprendente en Valencia).
El caso es que los errores de los carteles me hicieron reflexionar sobre ciertos conceptos y, cuando volví a pasar unos días después, lo fotografié. Sin más dilación, aquí está el cartel:
Dos carteles fijados sobre el escaparate |
Es mejor que tratemos la imagen para leer mejor:
Los carteles y sus erratas |
Ahora lo vemos: en lugar de 'TOMATE PERA' se lee 'TOMATE PEARA' y en lugar de 'TOMATE ENSALADA' está escrito 'TOMATE ENSLADA'.
¿Y dónde está la gracia? Pues en que ambos errores están relacionados: la A que falta en ENSLADA ha saltado al otro cartel y se ha insertado en medio de la palabra PERA, resultando PEARA (casi como si hubiesen compuesto las palabras con fichas del Scrable).
Sin embargo, no es así como ocurrió el error. Dado el escaso conocimiento de castellano del propietario podemos suponer que cuando elaboró el rótulo muy probablemente estaba copiando las palabras de algún escrito en su poder (una factura, un albarán o, según creo yo, de una versión anterior del cartel con un precio diferente). Así pues, nos encontramos ante un error de copia. Y dado el mecanismo que lo ha originado, es muy posible que este error se prolongue en el tiempo, conforme se elaboren nuevos carteles para reflejar subidas o bajadas de precio en estos productos. Llevemos más allá estas ideas. Dado que el factor que provoca el error (el desconocimiento de la lengua del artífice del cartel) es invariante, es posible que se produzcan nuevos errores, que se acumularán a los existentes. ¿Hasta cuando continuará este proceso? En ausencia de mecanismos de detección y corrección de errores, es posible que lo haga hasta que la acumulación de fallos sea tal que resulte imposible identificar el producto, momento en que el cartel dejará de prestar su crítica función y, al resultar perjudicial para su propietario, será eliminado y sustituido por una versión correcta, que a su vez será el origen de un nuevo linaje de rótulos.
El paralelismo con el mecanismo de copia del ADN no habrá pasado inadvertido para el lector. Esta idea fue la que llamó mi atención como un concepto profundo oculto en algo aparentemente trivial. Y lo podemos llevar más lejos. El hecho de que estos carteles hayan sobrevivido en el escaparate puede deberse a dos factores, que en realidad representan el mismo hecho:
- Que nadie repara en los carteles y, por tanto, no influyen en la decisión de compra
- Que los errores no impiden en el estado actual identificar el producto anunciado
En ambos casos, el fallo es invisible para la selección natural que imponen los compradores sobre los vendedores de fruta, razón por la que no existe una presión que conduzca a su eliminación. Esto constituye otro interesante paralelismo con la realidad.
Pero podría haber sido peor. ¿Qué habría ocurrido si el error se hubiese producido en otro punto de la cadena de caracteres que codifican el producto y su precio? Por ejemplo, ¿que pasaría si el fallo afectase a los dígitos que marcan el importe por kg? En este caso el cartel habría tenido una vida muy corta, ya que tanto si el precio resultase exagerado por lo alto como por lo bajo el frutero no habría dejado de notar su expresión en el incremento o desplome de la demanda del producto. Tanto uno como el otro suponen un perjuicio económico que penaliza al propietario del escaparate.
Y un poco más: podríamos pensar que existe una evolución en dos niveles. Por una parte, entre carteles erróneos y carteles correctos, de forma que unos sustituyen a los otros. Por otra parte entre fruteros, de forma que poseer mecanismos de detección y reparación de errores en los anuncios supone una ventaja competitiva que permite disfrutar de un éxito diferencial frente a otros fruteros. Yo mismo he presenciado esta semana una discusión entre el propietario y una clienta de cierta edad a causa de una confusión en el etiquetado de un precio. Y un contexto de crisis como el actual, la presión de la selección es enorme...
Sin ánimo de extenderme más, sólo destacaré un paralelismo adicional: en la naturaleza existe un fallo asociado a la cadena de ADN consistente en que ciertas secuencias de nucleótidos son capaces de saltar de un punto a otro de la hélice. Se conocen como trasposones y pueden ser neutros o fatales para el desgraciado poseedor de la cadena afectada, según si la inserción se produce en un punto en el cual altere la codificación de una proteína, haciendo imposible su síntesis. Es inevitable pensar que en este caso la letra A saltarina es un ejemplo de transposón que ha saltado de una palabra a otra. Sólo el tiempo dirá si resulta visible o invisible a la selección natural de los rótulos.
Por último, y aparte de la broma, es útil pensar en el por qué de esta curiosa cadena de paralelismos. Y la razón está en que en ambos casos nos encontramos ante sistemas que se reproducen a base de copias del original, en los cuales existe un sistema de codificación en el cual los errores en el código tienen consecuencias para el organismo responsable de la copia.
Y sin más os dejo, esperando que disculpéis esta pequeña broma y que os haya servido, como a mí, para recordar algunos conceptos esenciales para nuestra propia existencia.
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Parece ser que la copia erronea es más facil si es propiciada de un agente externo a lo normal.
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