A mediados de otoño el trabajo me llevó a realizar un viaje en coche desde La Coruña hasta Madrid. Ello forzosamente constituye un ejercicio de templanza: es muy difícil hacerse a la idea de que no nos es posible detenernos para recorrer esas montañas antiguas. Pero pude desquitarme. Pasé dos días en Ponferrada y tuve ocasión de aprovechar dos tiempos muertos para recorrer los alrededores. Naturalmente, la visita a Las Médulas es prácticamente una obligación. Pero alguien que vive rodeado de terrenos mesozoicos siente una atracción irresistible por el Paleozoico (supongo que el recíproco también cierto), de modo que me las apañé para echar un vistazo al congosto del río Sil.
En primer lugar ascendimos al Santuario de la Virgen de la Peña, construido en lo alto de un promontorio de pizarras negras ordovícicas desde el cual la vista es magnífica.
El embalse de La Bárcena desde el Santuario de la Virgen de la Peña, en Congosto. Al fondo, la central de Compostilla |
Una vez allí convencí a mi compañero, poco habituado a este tipo de exploraciones, y ni cortos ni perezosos nos lanzamos de cabeza siguiendo una pista forestal que nos conduciría desde Congosto hacia Santa Marina de Sil. En este lugar el río Sil ha excavado un profundo cañón en pizarras y cuarcitas ordovícicas y silúricas, justo antes de que sus aguas sean represadas en el embalse de la Bárcena.
El cañón del río Sil entre Congosto y Santa Marina del Sil |
El camino de regreso lo hicimos por la antigua carretera que une estas dos poblaciones. Yo conducía, sometiendo a Andrés a la dura prueba de ver cómo uno es capaz de observar con detenimiento los taludes de la carretera a la vez que se evita caer por el precipicio al fondo del valle. Y entonces…¿es eso lo que creo? Paremos y echemos un vistazo.
¡Ripples! |
Efectivamente, allí, en el desmonte, estaban esos fantásticos ripples. Los había simétricos y asimétricos, metros y más metros de ripples. Esas rizaduras, maravillosamente expuestas, son el resultado de la acción de las aguas del mar al avanzar y retirarse con la marea en una costa muy distante en el tiempo y el espacio: la orilla de un continente, Gondwana, destinado a formar parte de Pangea tan sólo unos millones de años más tarde. Y un océano, el Reico, que desaparecería atrapado en la colisión que daría origen al supercontinente.
Ripples asimétricos. Escala: llaves en el centro de la imagen |
Ripples asimétricos. Escala: llaves en el centro de la imagen |
Este momento, hace más de 430 millones de años, constituye una parada intermedia entre la glaciación de finales del Ordovícico, origen de la potente serie de pizarras negras del santuario, monótonas, sin asomo de vida, y la colisión continental que levantó los estratos dándoles la inclinación con que los vemos hoy en día. Otro vestigio de esta colisión son las intrusiones de granitos de Ponferrada, que podemos ver en los estribos de la presa del embalse, aguas abajo de donde nos encontramos.
Granito de Ponferrada en el estribo de la cerrada del embalse de La Bárcena |
La geología se convirtió en ciencia cuando el Uniformismo se convirtió en su principio fundamental. Esa idea, la noción de que las rocas y estructuras que contemplamos son el resultado de procesos actuantes y observables en la actualidad, sigue siendo básica hoy en día. Ha tenido que acomodarse al descubrimiento de que, en ocasiones, simples sucesos de corta duración pueden tener consecuencias globales, comparables a las de fuerzas constantes actuantes durante intervalos de tiempo inimaginables. La versión actual del Uniformismo debe mucho al meteorito que puso fin al mundo cretácico (ya hablamos de ello al visitar el afloramiento del límite K/Pg).
Y también aquí, en el Congosto del Sil, tenemos la oportunidad de descubrir uno de aquellos momentos únicos que, unidos, constituyen el gran cuadro.
Lo confieso. Me fascinan los ripples. Así que pasé un buen rato examinando aquellas rocas puestas al descubierto al construir una carretera ahora casi abandonada. Pronto vi un punto en el que la capa superior estaba fracturada, lo que me permitió coger un pequeño fragmento de la misma. Fijaos bien en ella:
Muestra de mano de cuarcita con ripples |
La mayor parte de esta porción de la orilla del océano Reico está constituida por arena, ahora transformada en cuarcita. Pero fijaos: sobre la cuarcita de color claro hay una pátina muy delgada de color negro, de un espesor aproximado de 1 milímetro. Recubre por completo a la cuarcita, tanto en el seno como en la cresta de los ripples (dónde apenas constituye una pátina oscura). Y esto nos da una pista para descifrar la historia que nos cuenta esta roca. Mi interpretación es la siguiente: una corriente de la marea que depositó la arena y formó los ripples. Cuando se detuvo al fin, algo de agua quedó retenida en el fondo de los canales que conducían a mar abierto y otras zonas deprimidas. Durante el tiempo de calma entre mareas el agua, ahora en reposo, liberó el sedimento fino que transportaba en suspensión. Ese fino barro recubrió por completo la arena del fondo del canal, constituyendo la capa negra que vemos ahora.
La geología es una ciencia superlativa. Todo en ella parece desbordar la escala del entendimiento humano. Sin embargo, la Tierra también tiene forma de registrar un instante, apenas unas horas, perdidas en la inmensidad del tiempo.
¡Qué maravillosa dualidad!
La de veces que habré hecho yo ese trayecto y no me he podido parar nunca. Un día de estos tendré que hacer ese itinerario.
ResponderEliminarPor cierto, una reflexión sobre las Médulas: ¿qué pasaría si en la actualidad una superpotencia desviase el cauce de un río de otro país para agujerear una montaña y extraer su oro? Pues muy fácil: que dentro de 2000 años ese pueblo oprimido tendrá un parque natural. Qué curioso...
¡Pensé lo mismo cuando estuve allí! Supongo que es una reflexión inevitable. Ciertamente, la escala es inherente a la percepción que desarrollamos acerca de cualquier cosa.
EliminarUn saludo!
Recuerdo haber visto el techo de una capa de areniscas con ripples aflorando en el lecho de un río de montaña del occidente de Asturias. El agua del arroyo fluía en la misma dirección y sentido de la corriente que dio lugar a estos ripples. No pude evitar tocar la superficie de la roca y pensar que estaba sintiendo la misma corriente que varios cientos de millones de años atrás había formado aquella roca.
ResponderEliminarGraham Young, el autor del blog 'Ancient Shore' propone para estos casos el término 'Adjacent Analogues'. Yo también encontré unos ripples linguoides triásicos de origen fluvial en el cauce de un barranco. Es curiosa la sensación. Puedes ver el artículo aquí:
Eliminarhttp://ancientshore.com/2012/05/16/adjacent-analogues/
Saludos!!