Si tuviese que describir Valencia desde el punto de vista geográfico posiblemente las principales características que citaría son las siguientes:
1. Valencia es una ciudad absolutamente llana.
2. Valencia es una ciudad fluvial.
La primera afirmación es fácilmente constatable. Y no sólo por las evidencias topográficas. El callejero de una ciudad, en especial las ciudades grandes, constituye, en ocasiones, un auténtico registro fósil de la paleogeografía perdida cuando la expansión de las urbes hizo desaparecer bajo el pavimento el terreno original. Así, en Valencia es posible pasear por la Ciutat Vella por calles llamadas Alta y Baja, o por la plaza Redonda o Clot (hondonada), mientras que más allá de la muralla existían (y existen como zonas de la ciudad actual) el Pla (Llano) del Remei, el de la Saïdia y el del Real. Las diferencia de cota entre estas zonas es ta pequeña que tan sólo en una ciudad como Valencia podían ser una referencia topográfica. No obstante, esas pequeñas diferencias pueden ser críticas en una ciudad así: los romanos decidieron construir el asentamiento original en una isla del Turia que, por añadidura, quedaba algo por encima del resto de territorio circundante (allí sigue estando la Catedral, junto al yacimiento arqueológico romano de la plaza de L’Almoina). Lo acertado de esa elección se pone de manifiesto al comprobar que en la gran riada de 1957 la antigua ciudad romana quedó por encima del nivel de las aguas (aunque no siempre parece haber sido así).
Acerca de la segunda, quizá puede haber más debate. Más de un visitante se queda perplejo al ver como los valencianos hacemos referencias constantes 'al río', un río que aparentemente sólo está en nuestra mente. Cuando el visitante se acerca 'al río', lo que se encuentra es con un gran parque lineal que ocupa una traza curva deprimida respecto al nivel de las calles adyacentes y que abraza la ciudad vieja durante casi 10 km hasta llegar al mar, justo donde ahora se encuentra la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Así pues, ¿a qué río se refieren los valencianos? De haber llegado a la ciudad antes de 1973 no habría habido ninguna duda. donde ahora está el gran jardín lineal el viajero habría hallado al río Turia, ese modesto río capaz de transformarse de tanto en tanto en una fuerza de la naturaleza de una magnitud difícil de creer en épocas de estiaje. Y es que, efectivamente, desde su fundación Valencia fue una ciudad fluvial, no una ciudad marítima: el mar queda, como entonces, a casi 6 km de la ciudad vieja. Bueno, no exactamente, ya que la línea de costa ha retrocedido desde la fundación de la ciudad en casi 2 km empujada por la progradación de la llanura costera.
Así pues, ¿qué pasó con el río? Tras la riada que arrasó la ciudad en el otoño de 1957 se adoptó la decisión de, mediante una de las mayores obras de ingeniería civil de su época, desviar el curso del río Turia al sur de su cauce natural, donde discurre hoy en día. Los viajeros que llegan a Valencia en ferrocarril de alta velocidad cruzan los cajeros del cauce nuevo minutos antes de llegar a la estación, aunque raramente veran la lámina de agua del río, que suele fluir bajo la escollera que recubre el fondo del canal para evitar su erosión en ápocas de crecida. Para entender la magnitud de la obra es imprescindible saber que el Turia, un río cuyo módulo (caudal medio) es de unos 14 m3/s en Vilamarxant, aguas arriba de la ciudad de Valencia, alcanzó un caudal estimado de 3.700 m3/s durante la crecida de 1957. Este valor ha sido revisado recientemente por la propia Confederación Hidrográfica del Júcar, que lo ha elevado a 4.200-4.400 m3/s. Y, todavía más, hay quién estima que el caudal pudo llegar a ser de 6.000 m3/s [1]. Así se entiende la enorme dimensión del cauce nuevo, dimensionado para conducir una avenida de 5.000 m3/s. Mientras escribo esto, y amodo de comparación, el caudal del Ebro en la ciudad de Zaragoza es de 1.027 m3/s.
Así pues, en el año 1973 el río Turia perdió, de momento, su antiguo cauce. Esta es la última, pero no la primera, de las ocasiones en que la ciudad ha cambiado su apariencia modificando los cursos de agua junto y sobre los que creció. Estos cambios dejan un rastro que podemos descubrir en la actualidad, pues el trazado actual de las calles, por ejemplo, conserva alineaciones y estructuras asociadas a la topografía antigua, a la vez que en el subsuelo se han descubierto depósitos de relleno de canal y restos de infraestructuras hidráulicas.
Mapa de la Valencia antigua en la que se representan los dos paleocauces que la atravesaron. Tomado de [2] |
Tal es el caso del eje que conduce desde la plaza de Tetuán por la calle Navarro Reverter y hasta el Pla del Remei, que fosiliza el trazado de una antigua rambla denominada dels Predicadors, que quedó aislada y aterrada tras la construcción de la muralla medieval. La depresión topográfica es absolutamente evidente mirando desde el puente del Real hacia la Glorieta, lugar en el que precisamente por ello se alcanzó una altura de agua de más de 3 m sobre la rasante de la calle durante la riada del 57.
También es el caso de otro par de cauces, uno al norte del curso actual y otro que abrazaría la ciudad antigua por el sur [2]. Según algunas propuestas, el trazado actual de la calle de las Barcas y su continuación Pintor Sorolla seguirían ese antiguo paleocanal meridional del río, al que se ciñeron las murallas árabes del siglo XI (se han hallado en el subsuelo de la vaguada del Mercat depósitos de arenas de potencia métrica que parecen respaldar esta hipótesis). Y es que, sobre todo, la ciudad de Valencia es una ciudad fluvial porque está construida sobre la llanura de inundación del Turia, un río de tipo braided o entrelazado, caracterizado por discurrir por su llanura sin un cauce definido ni permanente, siendo frecuentes los cambios de curso tras episodios de avenida con gran transporte de sedimentos. Todos esos materiales fluviales, arenas, gravas y limos constituyen un gran acuífero del que, durante casi toda su historia, se abasteció de agua potable la población mediante la construcción de pozos dentro del perímetro de las viviendas. Esta situación cambió cuando se acometió la construcción de la red de distribución canalizada de agua a la ciudad, cuyas primeras actuaciones se inauguraron en 1850. Todavía hoy se pueden encontrar en las fachadas de algunos edificios de la Ciutat Vella placas anunciadoras del entonces novedosísimo (e indudablemente más salubre) sistema de abastecimiento. Toda una evidencia del progreso.
Rótulo anunciador de que una vivienda del centro histórico poseía en su origen agua filtrada de alta presión. Un avance enorme comparado con el abastecimiento tradicional de pozos |
Otras evidencias fósiles de aquel progreso se encuentran, por ejemplo, en la denominación del mercado de los Filtros, en Manises, cuyo nombre hace referencia a la instalación de tratamiento del agua de abastecimiento de la ciudad (los filtros) antecedente de la actual planta de tratamiento de La Presa, otra infraestructura construida en aquella época a modo de captación. Y, todavía más, el Museo de Historia de Valencia ocupa un antiguo depósito junto a la Creu de Mislata desde el que partían las canalizaciones de distribución a la ciudad. Este museo merece ser visitado (entre otras razones) por lo espectacular de su construcción, una sala de grandes dimensiones materializada mediante bóvedas de fábrica de ladrillo sostenidas por columnas ejecutadas de la misma manera.
En cualquier caso, para un visitante los vestigios más evidentes de la existencia pasada del Turia son, sin ninguna duda, los puentes. Valencia tiene muchos puentes construidos en distintas épocas pero de entre todos ellos destacan los cinco históricos: San José, Trinidad, Serranos, del Real y del Mar. Se construyeron entre los siglos XIII y XV y es evidente que sus constructores eran conocedores de la amenaza de las crecidas y de la necesidad de levantar estructuras capaces de resistirlas (el puente del Mar, por ejemplo, sustituyó a uno anterior destruido por la avenida de 1589).
El Puente del Mar, uno de los puentes históricos de Valencia. Construido en el siglo XVI para sustituir a uno precedente destruido por la avenida de 1589 |
Aunque por muy impresionantes que sean estos puentes, lo que de verdad asombra por la magnitud de la obra son los pretiles del cauce antiguo. Estas magníficas estructuras se construyeron tras la destrucción de la ciudad por la avenida de 1589 y las obras se extendieron desde 1591 hasta 1789. En el lado de la ciudad, la margen derecha, la longitud de las defensas es de más de 7 km, algo verdaderamente extraordinario. Las continuas avenidas del río (entre 1321 hasta 1957 hay registradas 24 riadas) obligaron a tomar la decisión de acometer tan magna obra.
Y ya que estamos, al echarle un vistazo a los sillares de los pretiles vemos que están constituidos por calizas fluviolacustres con moldes de plantas acuáticas aparentemente en posición de vida. Estos materiales de construcción proceden, como en la práctica totalidad de edificaciones de la época y posteriores, de canteras próximas a Valencia en afloramientos de calizas neógenas continentales. Es curioso pensar que los cursos de agua en que se formaron esas rocas pudieron ser afluentes de un río Turia neógeno.
Calizas fluviolacustres neógenas empleadas en la construcción de los pretiles y el propio azud de Rovella |
Según remontamos el Turia, encontramos un nuevo tipo de estructura. Se trata de una gran obra de sillería que intercepta el cauce antiguo de lado a lado. Cada día miles de personas pasan a su lado posiblemente sin sospechar que se trata de una infraestructura esencial en su momento para el mismo funcionamiento de la ciudad antigua: el azud de Rovella.
Un azud es una represa que se construye en un curso de agua para generar una lámina a una cierta cota que permita la toma de aguas por un canal para destinar el caudal captado a algún fin determinado. En este caso, aquí tenía su origen la acequia de Rovella, cuyo fin principal era la de servir como drenaje de las aguas negras de la ciudad. Tan sólo al abandonar ésta se utilizaban sus aguas para riego de huertas y arrozales. A día de hoy, y a pesar de la construcción de colectores de saneamiento acometida desde 1975, la acequia, que discurre enterrada bajo las calles de la ciudad, todavía recibe vertidos en un volumen no cuantificado. No obstante, ya no tiene su origen en este azud ya que, como es evidente, no hay un río del que captar agua. Y con esto nos encontramos por primera vez con las acequias de Valencia. Las acequias de la huerta de Valencia constituyen una auténtica red fluvial milenaria construida por la mano del hombre para regar la fertilísima vega del Turia.
Mapa de las acequias de la jurisdicción del Tribunal de las Aguas, una red fluvial artificial que en buena parte se encuentra enterrada bajo la propia ciudad de Valencia. Tomado de la web del Tribunal. |
Existen ocho acequias madre de las que parte en una red jerarquizada toda un sistema de canales de menor entidad que cubren todo el territorio. Estas acequias constituyeron durante cientos de años una infraestructura esencial para la ciudad y las poblaciones que la rodeaban hasta el punto de disponer de un órgano de gobierno exclusivo que se ha mantenido operativo desde hace cientos de años: el Tribunal de las Aguas, el órgano jurídico más antiguo de Europa. Estas acequias madre parten de ambas márgenes y son: Quart, Benáger-Faitanar, Tormos, Mislata, Mestalla, Favara, Rascanya y Rovella. La superficie regada es de una s17.000 ha. Si visitáis la ciudad podréis ver en la plaza de la Virgen una fuente monumental dedicada al padre Turia y sus hijas, las acequias de la ciudad.
El Padre Turia rodeado de las acequias de la huerta de Valencia. La Cornucopia es una alegoría de la riqueza de la vega y es uno de los primeros símbolos de la Valencia romana |
Algunas de estas acequias, como la de Rovella y la de Favara, penetran y discurren por la propia ciudad, que en su crecimiento las ha ido cubriendo. Los terrenos que se regaban de ellas han quedado urbanizados y en el caso de las que tenían como misión el riego (ya hemos comentado que la de Rovella servía, principalmente como colector de aguas negras) han quedado soterradas y olvidadas. Pocos saben del trazado actual de esas acequias bajo nuestras calles. Las obras que se van realizando descubren de tanto en tanto su trazado y, en el caso de la Ciutat Vella, restos arqueológicos de obras hidráulicas asociadas a las mismas, como molinos. También estos cursos de agua son, en cierto modo, ríos perdidos. Es fascinante pensar como el cambio de la sociedad ha hecho que ciertas obras, de las que dependía la propia supervivencia de los habitantes del territorio, hayan quedado olvidadas para la mayoría en el transcurso de unas décadas a pesar de encontrarse delante (y debajo) de nosotros, todavía en servicio.
Siguiendo nuestro recorrido río arriba y al pasar el azud de Rovella llegamos al parque de Cabecera (justo al lado del Museo de Historia de la ciudad, el antiguo depósito del que hablamos anteriormente). Aquí encontramos una estructura aún en servicio que nos señala el curso de la acequia de Favara. Si se presta atención, aún es posible escuchar el ruido del agua al correr por la canalización, ahora subterránea.
Valencia se sitúa en la llanura de inundación construida por el Turia al final de su valle, que ha rellenado a favor de la marcada subsidiencia del área desde finales del Terciario. Esto ha hecho que superpongan en la llanura varias estructuras generadas por la acumulación de materiales detríticos: los piedemontes de las alineaciones montañosas que rodean la ciudad (como el Plà de Quart, por el oeste); los abanicos aluviales de ramblas y del propio río, éste último el más extenso y que se extiende hacia el sur desde la población de Quart. Y por último, la propia llanura de inundación formada por sucesivos periodos de crecida [3].
Y ya que hablamos de Mislata, hay que decir que la idea para escribir este artículo comenzó aquí, al pensar seriamente por primera vez en un detalle topográfico bastante intrigante: el escalón o pequeño escarpe que recorre esta población de este a oeste a lo largo de la misma y que, en realidad, es la manifestación del desnivel existente entre la parte alta de la población (básicamente al norte de la calle Mayor) y la baja, al sur de este eje. Mislata se encuentra junto a Valencia, tan cerca de ella que el tejido urbano de una y otra se han unido y el tránsito se hace sin solución de continuidad. Hace unas décadas era una pequeña población de L’Horta cuyos habitantes se dedicaban básicamente a labores agrícolas en los campos que la rodeaban y que lindaban al norte con el Turia. A día de hoy prácticamente todo su término municipal está urbanizado, con poco orden y ningún respeto por la arquitectura tradicional, por lo que salvo algunas pequeñas zonas en lo que fue el núcleo original no queda nada que recuerde (salvo sus habitantes) un entorno que debió ser bastante bonito: pequeñas huertas regadas por acequias que descendían en terrazas hacia el cauce del río y con la vista de la ciudad de Valencia hacia el este. En 1957 el entorno de Mislata estaba rodeado de toda una serie de infraestructuras asociadas al río que sin duda constituían referencias topográficas de primera magnitud. Algunas de ellas, las que son de interés para nuestra historia, aparecen en indicadas en la siguiente ortofoto procedente del vuelo Americano, del que ya hemos hablado en una ocasión.
Por contra, así aparece a día de hoy la zona, 60 años después. Echamos en falta algunas cosas, la primera de ellas el propio río, desviado hacia el sur a su nuevo cauce. Tampoco hay ni rastro del azud de Favara (hablaremos de esto más adelante). Sobre la imagen he señalado con dos líneas de puntos los dos escarpes (sí, hay más de uno) fácilmente identificables en la localidad de Mislata y he señalado con rayados oblícuos las superficies subhorizontales delimitadas por las mismas.
[2] La dinámica fluvial del Turia en la construcción de la ciudad de Valencia. Pilar Carmona González.
[3] Evolución holocena de la llanura costera del río del Turia. Pilar Carmona González.
[4] Patrimonio hidráulico del bajo Turia. Varios autores. Confederación hidrográfica del Júcar.
[4] Patrimonio hidráulico del bajo Turia. Varios autores. Confederación hidrográfica del Júcar.
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